Salimos espantados de allí y proseguimos hasta el pueblo a buscar alojamiento. Para toda la pasta que entra aquí, nos sorprende encontrar la aldea bastante hecha mierda. Encontramos refugio en una cuadra sin vidrio en las ventanas y sin agua corriente pero de lo mejorcito disponible.
Pero lo bueno empieza al entrar al desierto, que aunque desde que comenzamos a rodar en El Cairo no hemos visto otra cosa que arena, Wadi Rum no deja indiferente.
Para marcar las rutas comerciales, marcaban con camellos las paredes, es decir, los antiguos mapas de carreteras. También avisaban de presencia de tigres o de serpientes...
Las formaciones rocosas son increibles. Es comprensible la atracción que despiertan en los escaladores, que llegan de todas partes para retar a sus paredes
Si hay algo que destaca en el desierto es el silencio...
La play-station llega hasta el desierto. En este partido virtual el Barça goleó al Milan...
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